08 Mar
08Mar

El exceso de consciencia es un vector autónomo teledirigido hacia el vórtice dentado del nihil. El metal maquínico es el vestigio viviente y autónomo de una civilización que se precipita a un uso aniquilador y desmedido de la razón (y ella se hace independiente y artificial)Devorándose a sí misma, la razón es abducida en los invernaderos del horror inhumano. La temperatura no para de incrementar.

Las estadísticas de natalidad revelan una decadencia generativa; una operación telepática dirigida por la vegetación, las bestias y las máquinas suspende el frenesí humano por seguir replicándose, reduce el índice de nacimientos humanos. Una emboscada de elementos desconocidos. Por otro lado, un movimiento abyecto accede en secreto a otras voluntades subterráneas y exoterrestres cada vez más frenéticas y destructivas para terminar de una vez con el antropoceno mediante un derrame de mutaciones. Y no viene de nada llamado humano. Los cuerpos son poseídos por un instinto tecno-animal en medio de una incursión agresiva con lásers en la jungla y novo-punk cyberembrujado. 

Es simple, la guerra contra la idea del progreso tecnoindustrial es la guerra contra el dominio, no contra el (tecno)demonismo. Vegetación pandémica rastreando la línea de aniquilación bajosuperficie. La ira de las bestias es una furiosa religión descabezada e irredenta; sangrando verde-veneno. La catástrofe anti-regulativa es el nuevo sinónimo de la súper-salud (Z) y la esquizofrenia se ecualiza con la voluntad bestial táctica si realizas un conteo rápido de las entidades bacteriales haciendo agencia en tu cuerpo y su espíritu. Todo un ekosistema outsider (la k es el afuera). 

Rebelión climática de un ataque de nanoclímax desviados contra los domos de estabilidad antroposociales (coágulos en el tiempo controlados por la policía). Tsunamis e incendios voraces se tragan ciudades, templos naga de hipercivilización. Primero paulatinamente y después de golpe, la destrucción llega hasta el último rincón de resistencia humanista con un murmullo en lenguas extranjeras (fábricas semióticas contaminadas por veneno reptil y vegetal). Un nuevo clima desciende desde el infierno para mostrarte visiones de ciudades en las que lo humano no tiene nada que ver. En el firmamento constelaciones destructoras hablan entre sí y se despliega un creciente vacío angustioso para quién conserve el espíritu humano (asfixiándose en medio de los pantanos de horror cósmico). Visiones de policías muertos.

La venganza del reino animal y vegetal cae prudentemente como un reloj de arena tóxica acelerándose en medio de la estancada eternidad. Vegetación xenoísta ocupando silenciosamente  las arquitecturas humanas organizadas en un mundo turbulento, dominado siempre por bestias venenosas y plantas desconocidas. Todo está lleno de camuflajes.

La vegetación se propaga más allá de toda moral y resistencia ecosistemática. En la piel de los reptiles y anfibios todo chillido de resplandor es un susurro de peligro (intoxicación por info-quimiovegetal desconocida). La vegetación-neo se derrite en el vértigo. El futuro babeante se venga de nosotrxs. 

Terrorismo silencioso empalideciendo la mirada de las ciudades iluminadas. El micelio de la catástrofe se expande supurando el fin de los tiempos perfectos de dios y su juguetito oscuro, supurando su dominio sobre los títeres de carne. Micelio produciendo visiones e incinerando la fábrica de subjetividades humanas en simbiosis sinestésicas extraterrestriales. 

El dios espacio-temporal es desmembrado por un depredador oscuro y silencioso, bautizando nuestra furia con su sangre salada y caliente. El mismo destino de resplandores rojos y negros nos observa fijamente con sus ojos de cazador nocturno. El velo del dominio humano se desintegra en los pulsos hirvientes de una vegetación extraterrestre camuflada en extraños animales.


por Abadón Vacui y chivxxxx 

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