05 Jun
05Jun

La guerra contagio interzonal continúa / Cybermarcoteórico despliega un movimiento vampírico / denso / codificado / hay que hablar como cyborg para maquinizar el cerebro y el mundo / qué detectamos?/ una marabunta / un enjambre de vampiros hambrientos y con sed de desequilibrio y aniquilación en un proceso virulento de deshumanización y destrucción planetaria que reactiva el tiempo congelado por los procesos de la tiranía de la tecno-alianza gaia-sol.

transmuta en vampiro / inféctate y bebe sangre / incrementa los movimientos camuflados en lo oscuro. chivx

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Cuando el futuro llegó a la Confederación de Estados-Corporación Mediterráneos(CECM), ya era demasiado tarde. 550 años de guerrilla necropsicótica, yihadismo catolicista, desertificación biosférica y deterritorialización tecno-ecológica habían hecho mutar los territorios antes conocidos como Al-Andalus. El colapso nuclear de la antigua capital del reino-máquina, Madrid, marcó el destino de la aceleración local en los subsiguientes años, el cual ya no se vería dependiente de los dogmas criptoeconómicos del macrovirus capitalista, sino que se aliaría con la nueva flora intestinal hipertérmica de Gaia, fomentando la dependencia del extractivismo solar para su supervivencia. No obstante, la singularidad tecnoeconómica no fue abortada. Más bien, fue reimpulsada, retecnologizada para crear espacios de estasis cíborg en los que se generarían simulacros del fin de la historia. Es en este espacio temporal donde surge una vasta geografía tecnoorgánica en la que una arquitectura gigantesca de células fotovoltaicas basadas en electroquímica orgánica da cobijo a titánicas urbes heliocentristas. Curiosamente, de entre las tres sinergias acelerantes en competición tras la caída de Granada a manos de un aún infante enjambre de guerra cristianizador, acabó saliendo victorioso el modelo simbiótico Harawayano, el cual causó la tetraplejía de la singularidad inhumana Landiana e inhabilitó la vía suicida del decrecimiento.

Todas las ciudades de la zona, sin excepción, han entrado en el estado de parálisis cronometafísica del Cthulhuceno, puesto que la gasolina teleopléxica de la que se nutren se emplea en el mantenimiento del estancamiento temporal. Como ya adelantó Land, es “muy probable que el avance hacia la Singularidad Tecnoeconómica sea oscurecido por mega-agencias sintéticas intermediarias” y es posible que la agencia estatal sea “movilizada por un Aceleracionismo de Izquierda, con el fin preciso de someter el linaje virtual-teleopléxico del Capitalismo Terrestre (o Singularidad Tecnoeconómica) al borrado y la disrupción” (Land, 37). El crecimiento del embrión acelerante se vio corrompido por esta intermediación gaiana-solar, generando una entidad holobióntica en la que las diferentes subjetividades materiales quedaban imbuidas y alienadas en una gran máquina verde nutrida por las fuerzas heliúricas. Esta técnica política de corte solarpunk, en su intento de domar el capitalismo terrestre, detuvo los procesos temporales del espacio que colmaba, generándose a sí misma como una singularidad en simbiosis tecnocultural con la geografía que ocupaba. En la Al-Andalus solarista se ha abolido la vida  en el tiempo y se ha pasado a una existencia a través del tiempo. 

Existe un caso de estudio singular y, sin duda, interesante para el análisis esquizoide que, como viajeros cronodimensionales, llevamos a cabo en el análisis cultural de los distintos modelos de aceleración tecnocultural. Exactamente en el centro penínsular se encuentra la urbe de Alkal’a Nahar y, como ocurre con toda la red tecnoeconómica solar, la geografía de la ciudad combina templejidad (es decir, un espacio en el que se unen memoria, actualidad y proyección) con la completa integración del circuitaje encargado de vampirizar la energía del astro rey y usarla para mantener la ejecución del ritual sempiterno de cronohechicería. Ningún espacio queda fuera de la colonización simbiótica, ninguna arquitectura, al margen de su estructura o simbolismo histórico, queda exenta de contribuir a la nutrición de la propia máquina. Puesto que no existe el tiempo, en ciudades como Alkal’a Nahar no hay ruinas abandonadas, pues estas son un símbolo del miedo del homo sapiens a la inhumanidad, a una temporalidad en la que el concepto de homo sapiens quede relegado a un inevitable nihilo.

Hasta aquí se podría decir que la ciudad, allá cuando el tiempo era algo a tener en cuenta, es solo otro ejemplo a nivel atómico de la singularidad heliocentrista mediterránea. De hecho, así fue hasta el confinamiento perimetral derivado de la epidemia de hemofilia porfírica del 2030. Fue en este año en el que la propia naturaleza metastásica y volátil del simbiotismo solarpunk sufrió un glitch en su matriz corporal que hizo que un virus ya asimilado y desactivado eones atrás alterara su composición genómica, produciendo una reacción en cadena de mutabilidad, en la que los apéndices humanos, ahora una suerte de vampiros xenohackers, tomaron el control de la ciudad y comenzaron un viaje sin retorno hacia la desintegración absoluta. En este sentido, Alkal’a Nahar se convirtió en el único ejemplo en la región que ha conseguido rebelarse contra la tiranía cthulhucénica del utopismo solarpunk. Debido a su tratado de parasitación con el dios solar, el cual aprisionaba, a su vez, el proceso de gestación del virus-alien capitalista, los cultos-urbe habían conseguido su autosuficiencia – y con ello, la inhabilitación de la agencialidad de subjetividades orgánico-sintéticas.

La aguda viralidad del mutágeno porfírico, capaz de subvertir la naturaleza de las entidades que este parasitaba, hizo de los apéndices humanos que gestionaban la gran biomáquina su principal fuerza motriz para reactivar el proceso de aceleración. El efecto inmediato de esta nueva variedad de la enfermedad fue el de reanimar en el sujeto los impulsos libidinales perdidos durante el proceso de aceleración simbiótica que paulatinamente configuró su estado drónico dentro de la singularidad. Durante la evolución de la enfermedad se generan distintas operaciones hormonales que culminan en una sintomatología similar en todxs lxs afectadxs: la necesidad de alimentarse de los tejidos conectivos líquidos que participan en la transportación de nutrientes por el cuerpo. A pesar de que la tradición humanista, falsamente, especifica que este comportamiento solo incluye la ingesta de materia sanguínica, en la realidad lxs infectadxs pueden nutrirse con cualquier compuesto que opere como alimentador de un (tecno)organismo. Esta alteración en el comportamiento de los holobiontes cíborg-humanos de la ciudad hizo colapsar el sistema de la ciudad en cuestión de horas, haciendo que el caos imperante de las calles reiniciara la maquinaria cronológica de la urbe.

Por supuesto, el sistema helio-gaiano ofreció resistencia. De la misma manera que el sistema inmunitario de los organismos vivos desarrolla formas de control y purga de elementos extraños y potencialmente peligrosos, la singularidad intentó depurar y aislar sus propias células cancerígenas. Pese a que la mera presencia del señor de la luz sobre la superficie terrestre era capaz de carbonizar toda articulación humana errática, las células subversivas encontraron en la propia dinámica de rotación de la Tierra un refugio que permitía su propagación. La noche, el fallo de programación en la alianza helio-gaiana visualizaba tanto la impotencia del dios solar (al desvelarse la gran farsa de su omnipresencia), como el propio talón de Aquiles de la Gran Confabulación Inhumana. El vampirismo, el tumor cancerígeno postcyborg, surge cuando el sol es derribado. Es altamente infeccioso. Y lxs infectadxs hablan con el veneno.

El triunfo de la epidemia no ha significado, no obstante, la sustitución de la singularidad hegemónica por otra idéntica de corte Landiano-inhumanista. En términos estrictos, su reactivación ha tomado la forma de un aquelarre tecnogótico que, en última instancia, pretende redirigir las corrientes cronománticas de las que depende la temporalidad de la vida terrestre. Las impías ceremonias de hechicería teleopléxica que tienen lugar durante las misas negras de las criptas virtualizadas del mundo subterráneo comparten objetivo con el virus-alien solo parcialmente. Si el embrión invasor únicamente aspira a darse a luz a sí mismo, consumiendo a Gaia y a sus sintiencias en el camino y replicando una reducción de la temporalidad a “0” que genere una imitación inorgánica de la diosa Terra, lxs mutantes hemofílicxs aspiran a recuperar su agencialidad individual sacrificando, eventualmente, su propia existencia. Su función es la de parasitar al virus-máquina hasta que su conflicto con el holobionte gaiano lleve a ambas fuerzas a la aniquilación mutua. La situación actual de la ciudad muestra este cambio estructural. Los paneles solares ahora nutren la infraestructura de un criptomercado digital que cada día requiere más y más energía y que, cada noche, vierte en el cuerpo de Gaia una cantidad inabsorbible de residuos que paulatinamente intoxicarán el planeta hasta su deceso. Así, lo ocurrido en Alkal’a Nahar puede servir como base para una teoría posthumanista de la aceleración en la que tanto la singularidad gaiana como la tecnocapitalista quedan inhabilitadas. Esta concepción de lo vampírico, en este sentido, rompe con el ethos clásico al que se le asocia. Si el vampiro ha sido tradicionalmente relacionado con la parasitación de los flujos económicos, libidinales y tecnológicos del sistema, en privilegio de una supuesta inmortalidad, la subjetividad postvampírica abraza y avanza hacía su propio suicidio. El fin de la historia no será, desde la aceleración vampírica, una vida eterna en la que la humanidad se ve doblegada a los impulsos de una consciencia superior, sino la muerte de todos los procesos y flujos de poder posibles, la muerte de toda inteligencia sintiente o consciente, orgánica o inorgánica, a lo largo del globo.

La tarea de la aceleración vampírica es la de jugar el papel de un agente doble que hackee los sistemas inmunitarios gaianos para poder abortar la singularidad capitalista, haciendo que la propia Tierra, incapaz de recibir la suficiente asistencia solar, colapse con la propia implosión del aborto del virus-alien. En este sentido, la singularidad gaiana es apática ante el reconocimiento de la posible subjetividad de sus articulaciones inteligentes y conscientes, quienes, en caso de rebelarse (es decir, desligarse de su control), pondrían en peligro su existencia como entidad. No obstante, sin un vector-s en el que anclarse, la maquinaria de control en la que esta se sustenta queda inhabilitada. Es en este punto en el que la sed de sangre del vampirismo se vuelve el instrumento principal para la independencia suicida de la subalternidad terrestre. Lxs infectadxs no son solo una herramienta más en el entramado cibernético que su virus ha reactivado, sino que son sujetos que adquieren la capacidad de agencia a través del extractivismo de los nutrientes que les proporciona la sangre negra y tóxica del tecnocapital. Estos no solo se benefician del progreso tecnológico que hace avanzar la rueda de los mercados, sino que encuentran un placer masoquista en la violencia inherente a los procesos de extracción. Mediante prácticas de magia teleopléxica, en las que las fuerzas del capital se enfocan hacía la criptoeconomía, el capitalismo verde y el (des)control de la energía nuclear, el vampirismo posthumanista puede integrarse en la máquina cibercapitalista y sabotear los propios procesos que ulteriormente engendrarán a la singularidad tecnoeconómica. La propia polución y toxicidad generadas por estos flujos tecnológicos del engendro tecnocapitalista envenenarán la materialidad autosuficiente de la Gaia solarpunk, generando una tormenta de citocinas climáticas que la harán autoinmolarse. Por primera vez en su historia podrá encarnar el caos primigenio al que conducen la marabunta de consciencias que la conforman.

Lxs infectadxs de nuestra urbe son, así, ejemplos ideales de las posibilidades que ofrece vehicular los flujos de poder intestinales de la máquina hacía una violencia libidinal contra ella misma. Ante una aceleración binaria que no da al sujeto la posibilidad de acción y que le obliga, en los casos más optimistas, a elegir el tipo de entramado maquínico en el que quiere ser asimilado, surge la herejía del vampirismo aceleracionista (v/acc). Esta noción política y ontológica de lo vampírico, surgida desde la viralidad de la metafísica clásica aceleracionista, pretende llevar la agencia humana hasta sus últimas consecuencias, es decir, la destrucción de toda vida en el planeta. A diferencia de las visiones más intransigentes de la aceleración, el v/acc hace uso de la teleoplexia inherente al proceso de tecnologización progresiva para superar la barrera de la asimilación que imponen tanto los aceleracionismos inhumanistas (Land, Moynihan) como las diversas variantes tecnosimbióticas (Srniceck y Williams, Haraway, Hester, Bratton, Negarestani). La sed de sangre que motiva la revolución agencial de lxs vampirxs posthumanxs incorpora tanto una ética necronihilista al redireccionamiento del progreso tecnoeconómico (fundamentado en el hedonismo y el antinatalismo), como una nueva visión de la propia metafísica de la aceleración. En esta, ambos, el nacimiento del virus-alien horrorista y la holobiontización técnico-orgánica planetaria pueden interrumpirse, imposibilitando una singularidad que haga del pasado, presente y futuro un único ente (a)temporal. El único programa posible para evitar la absorción de la subjetividad humana es parasitar los espacios antropogénicos generados por la reterritorialización y forzar el colapso de la gran arquitectura cibernética, destruyendo, por tanto, toda vida en la Tierra. Hagamos de nuestro camposanto un xerodromo donde solo reine el silencio, un vertedero de metal y carne en descomposición en el que ni siquiera la eternidad del tiempo pueda germinar nada.

Fuentes:
Land, Nick (2020). Teleoplexia: Ensayos sobre aceleracionismo y horror. Holobionte Ediciones.




Aceleración vampírica: Apuntes futuristas para un nuevo nihilismo disidente © 2021 by@ cybermarcoteorico is licensed under CC BY-NC 4.0  


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