Diario del delirio-viaje de un argonauta mémico por una hipercuraduria virtual ac(c)elerada, caosmótica, transgresora y desafiante llamada “La muerte del meme”. [Curador: @__antimemoria]
Empiezo la visita de la exposición virtual, entrando en el link que me mandó mi queridísimo @__antimemoria (no nos dejemos el “_”, el “_” es lo más importante). Tras esperar a que la galería se cargase, auto-invocándose desde la dimensión de lo virtual compuesto por la interfaz, bytes, 1s y 0s, me encuentro por primera vez sumergido en una galería digital. A mi derecha, Puntos de @__antimemoria: una pared entera que muestra un fondo blanco donde puntos negros flotan a sus anchas. Una pecera cósmica donde lo más infinitesimal de la polaridad de opuestos heraclitianos -blanco y negro, dia y noche, sí y no- danzan, como si te dieran la bienvenida a una exposición que, quizás, marca un final y un principio.
Blanco y negro, ¿cuál es el fondo y cuál la figura? ¿Se trata de un fondo blanco donde danzan puntos negros, o de un doble-fondo negro y blanco siendo agujereado en movimiento?
En la pared de mi izquierda hay escrito un poema, inscrito a lo largo de una pared tan larga como la pecera de puntos negros sobre fondo blanco. Y al fondo de este primer pasillo que nos da la bienvenida, entre la pecera y el poema, justo al fondo, diviso un meme. ¿Debería referirme a eso como meme, o es mejor decir cuadro? ¿Ciber-cuadro? Veo el joystick que le permite a mi avatar avanzar y moverse a través de la galería virtual, pero no inicio mi camino aún. Algo me está observando. Una mirada perfora mi nunca y me obliga a girarme. Con un simple click-y-arrastrar consigo voltear mi persona virtual. Inmediatamente alzo la “vista” y allí está, el colosal y majestuoso Hyper Cristo. Allí yace, gigante, impasible, observando la consumación final del meme. Pero no mira a la galería, aparta la mirada hacia otro lado.
¿Acaso no le gusta lo que ve? ¿Repudia aquello en que se han convertido sus hijxs? En todo caso, el meme ha muerto.
Empieza el viaje. No es la primera vez que entro en contacto, en materia de memes, con @__antimemoria. Llevamos mucho, mucho tiempo, desde que hablamos por primera vez por Instagram, debatiendo y filosofando sobre diversos aspectos de los memes: su estado actual, su historicidad, sus cualidades como objeto estético, su relación con los tiempos contemporáneos ac(c)elerados, su dimensión y lugar dentro del arte, la filosofía, la sociología, la antropología, etc. Intercambiamos muy a menudo opiniones de la condición metamoderna, hipermoderna, acelerada o xenocontemporánea, y cómo estas se expresan socio-sintomáticamente en forma de meme. La vertiginosa velocidad a la que cambia la cultura en el tecnocapitalismo hace que a veces nos quedemos sin tiempo para pensarla, pero el meme va aún más rápido. Y podemos relacionarnos con éste. Siendo las cosas así, es normal que, en cuanto me comentó que ya estaba preparada la expo virtual, me lancé al ciberespacio como un personaje de Código Lyoko a ver qué se cocía. Y lo que he visto no ha defraudado, como siempre.
Esta exposición es como un viaje de LSD o una toma de setas. Puede convertirse en un mal viaje y asustarte, dependiendo no solamente de la predisposición de tu ego, sino de cuan eres capaz de observar tu inconsciente reflejado en lo unheimlich, lo uncanny, lo abyecto. Y eso depende de la capacidad que unx tiene de dejarse llevar y de ser receptivx con lo que unx ve. Unx no debe asustarse por las imágenes que ve, sino ceder ante la orgía de visuales y sonidos. Puede ser una experiencia catártica, liberadora, una expérience límite como diría Bataille. Con esto quiero decir que con los géneros más experimentales de memes sucede lo mismo que con los géneros de anti-música como el noise, gorenoise, grindcore, harsh noise, mincecore y demás: cuesta apreciar el ruido.
Pero, ¿no es precisamente el ruido visual, la inconcebible cantidad de imágenes a la que somos sometidxs y bombardeadxs sin depuración alguna, cual secreción, supuración, mierda o residuo amontonado, la materialidad y substancia del tecnocapitalismo tardío? Ya no solo la megacontaminación del planeta se acumula a unos niveles que cuesta pensar en una posible solución, también el ciberespacio está plagado de una cantidad inconmensurable de basura audio-visual, una secreción diaria -segundo a segundo incluso- que cada individuo -o algoritmo, o IA- produce; la mayoría de las veces sin ser una producción con un valor genuino, artístico o cultural, sin ser un objeto omniritualístico.
En Internet hay muchísima basura audiovisual y el ruido que genera es tan grande que cuando uno se aleja de la interfaz se produce un silencio neuronal tenebroso que hace preguntarnos cuánto tiempo hemos estado -y estamos, aún, en nuestra pasividad- comiendo mierda digital. Conocemos cuál es la consecuencia que tiene este bombardeo genocida de imágenes para nuestro sistema nervioso, nuestros neurotransmisores, nuestra imaginación, nuestra memoria y en última instancia nuestro ser:
“Mientras el internet toma el control del mundo, el sistema nervioso es sumergido en pulsos eléctricos hasta ser asfixiado. El meme se pudre en la posmodernidad gótica saturada por zumbidos-demonios” (IMG_20220704_004809_341, de @chivo_maquinico y @m_a_tttt_t_t)
Pero esta exposición, al igual que la plática que tuvimos con @__antimemoria hace unos meses, no celebra la muerte real, celebra una paradoja: la imposibilidad de matar al meme. Si el meme ha muerto y usamos un meme para demostrarlo, ¿qué hay allí? Hay un resto, un cuerpo sin órganos, una coseidad que persiste y nos persigue cual espectro. Al no poder deshacernos del meme, solamente podemos celebrar su insistencia espectral. La obra Todo está en el cadáver del meme, de @chivo_maquinico y @m_a_tttt_t_t, sigue siendo un meme. Es como una canción que se titula Esto no es una canción. Una paradoja imposible, una lamela que persiste (una vida que no necesita un órgano), un feto que no puede morir. El meme nos persigue por mucho que lo profanemos y expulsemos una y otra vez.
En esta exposición, lxs artistxs han llevado al límite lo que un meme puede ser/hacer. Lacan dice que el arte consiste en bordear la cosa -el vórtice, el void-; esta exposición es una competición para ver quién hace las peores atrocidades con la cosa, las más perversas abyecciones con el vórtice. No se bordea, se usa como lubricante, nos masturbamos en el void. Una de las cuestiones que se plantearon psicoanalistas y filósofos como Zizek a principios de este nuevo milenio es: “tal vez el ciberespacio abra un dominio donde el sujeto pueda exteriorizar/escenificar su fantasía fundamental [lo innombrable y por lo tanto imposible para el sujeto] y ganar de este modo alguna distancia respecto a ella…” Creo que vamos por buen camino, que la muerte del meme se presenta como un síntoma de los pasos finales hacía la salida.
Y ya que lo menciono, ¿qué implica la muerte del meme? ¿Qué trampa esconde este título, tan pretencioso y a la vez tan real? Los que estuvieron durante la plática con el mismo título que mantuve con @__antimemoria, o los que leyeron el artículo que publiqué con el mismo título -cosa que hace que ya suene a cliché, pero es que se trata de un punch con mucha fuerza- saben que es una pregunta trampa, una paradoja. La muerte del meme implica su liberación de un seguido de ataduras genealógicas, discursivas y relaciones de poder políticas que advierten su reencarnación como el signo-sin-signo, el conjunto vacío, una pura desterritorialización sin reterritorialización. ¿No podría significar la muerte del meme, el colapso del orden simbólico, el abandono del gran Otro? De ser así, la consecuencia es bien clara y emancipadora: es mejor no-ser sujeto que ser sujeto-de (sujeto-a) las fuerzas que nos impiden una ética colectiva, solidaria, igualitaria y conectiva con el cuerpo social. Dicho de otro modo, usando parte del poema que nos acompaña al principio:
“[...] en la muerte agónica, del no[-]ser[-]ya, oda que carga buena nueva” (El ocaso memético, @vladimir_unu)
El hipermeme representa el nihil desencadenado, una tormenta de ruido atronador que emerge como el síntoma de una ciberia plagada de basura visual, no cualitativa -imágenes siempre ha habido y habrá- sino cuantitativa: hay mucha basura. Así se muestra en El ocaso (memético): la muerte del meme es solamente la consecuencia lógica de la sobre-saturación de la vacua práctica infecto-discursiva en forma de imágenes, al filo de la caída. El hipermeme sabe perfectamente de su condición de glich, colapso, basura cibernética, pero es una sublime y bellísima basura a contemplar. Precisamente porque anuncia su propia muerte, un aquelarre cibernético, una vanguardia resultado de la maduración de todos los momentos anteriores de los memes: dankmemes, earrape, horrorcore, void, Jägger, cringe, Filthyfrank, Tumblr, liminalcore, NSFW, creepypastas, etc.
En la obra IMG_20220704_004809_341, de @chivo_maquinico y @m_a_tttt_t_t, se puede leer: “Santo ruido embrujador. Santo glitch. Santo desolladero virtual. Trae de nuevo el éxtasis”. Esto es lo que promete esta exposición, un ruido-contra-el-ruido.
Esta curaduría es la inversión de lo que relata Mark Fisher al principio de Realismo Capitalista a propósito de una escena de Children of men. Si en la galería de la élite de un futuro distópico se encuentran el David de Miguel Ángel, el Guernica de Picasso o el cerdo inflable de Pink Floyd, sin importar que no haya un futuro para que la gente los vea ya que “Simplemente trato de no pensar en eso”, la galería de la plebe cibernética precisamente piensa en “eso” a través de las bellas y a la vez horrendas creaciones de @__antimemoria, @vladimir_unu, @chivo_maquinico, @m_a_tttt_t_t y todxs lxs demás que participan no solamente en esta galería, sino que cada día proclaman la muerte del meme experimentando con el límite de este cadáver balbuceante, es decir, su espectro.
¿Qué nos cuentan los hipermemes? ¿Qué mimetiza o representa el meme-muerto? No nos vayamos a poner tiquismiquis con la nomenclatura que usamos en este pequeño excurso. Por el momento, postmeme y metameme tienen este punto de reflexión irónica de sé-que-soy-un-meme, hay aún algún juego risorio. Pero el hipermeme es el paso siguiente: sintetiza el colapso, la velocidad vertiginosa, la pulsión de muerte desenfrenada, la histeria, la psicosis, la ac(c)eleración, lo real, la materia baja de Bataille, la secreción. En definitiva, materializa la substancia misma del void, de la cosa, de lo innombrable que va más allá del lenguaje.
Hay varios títulos de obras que perfeccionan este motivo de la vacuidad, entre ellos IMG_20220704_004609_72. ¿Se olvidó del título o es un gesto provocador a propósito? ¿Importa acaso? Creo que este es el poder del hipermeme, da igual lo que fue hace un segundo, quiero más y lo quiero ahora: más descuidado, más epiléptico, más fotovoltaico, más cínico. El hipermeme establece una relación de perversión sadomasoquista con el observado que ya-siempre es más que un observador. Cuando unx ya no sabe lo que es en este tecnocapitalismo tardío, y lo que es ha sido definido por los memes (no solamente los de risa sino también los dawkinsianos primerizos, los discursos, el sistema de signos, la hiperrealidad, la simulación, el pastiche), solo el dolor, el espasmo y la convulsión dan acceso al ser del sujeto.
El hipermeme nos muestra lo innombrable, la cosa freudiana y lacaniana (das ding). Nos explica una terrible verdad de la realidad misma: cómo se constituye una creación tan hermosa y a la vez soportada por un trasfondo horrendo-indecible. No es de extrañar que se repita en los hipermemes el motivo gnóstico de un dios estúpido que la cagó tremendamente al crear el mundo, y la cagó aún más dándole la capacidad al cuerpo de componerse maquínicamente con aquello que lo descompone. Ha sido el humano mismo (y la entidad demoníaca del progreso tecnomacabro) el único que, conociendo los intrincados secretos que esconde el funcionar de la mente y del cuerpo, ha decidido crear el objeto definitivo, el dispositivo-tumor que se acopla a nuestro ser y nos obliga a complacer al algoritmo y al capitalismo de la big data día tras día, como reses en cautividad. El agenciamiento del suicidio colectivo nace con la cuarta revolución industrial o, como se muestra en la obra de @kh0ler__x y @oneisone.vj: “Cuando el teléfono estaba atado a un cable…los humanos eran libres”.
Volviendo al motivo del dios gnóstico que creó el mundo a medias. ¿Qué es lo que pasa con el mundo cuando está inacabado? Que hay grietas, vórtices, abismos, agujeros, perforaciones aquí y allí. Lo que se encuentra al otro lado es “eso”. ¿Es por “eso” que el Hyper Cristo no mira hacia la galería? Lo que tienen en común las expresiones más experimentales y transgresoras de la memética contemporánea -entendiendo memética como la práctica intencional de la memética, es decir, sabiéndose que se está transmitiendo una idea, un pensamiento, dicho de otro modo, el meme que se sabe meme, el pensamiento que se piensa a sí mismo- con el sujeto gnóstico/esotérico, es que sabe que el mundo no está/es plenamente real, completamente -de completitud- constituido. Que hay alguna falta, un vacío que, sin embargo, posibilita la entrada del lenguaje y su movimiento infinito.
Esta galería muestra los horrores que se encuentran en el vórtice, la hemorragia que supura al desgarrar el tejido del realismo capitalista, como diría Fisher. Esta galería es lo que hay más allá del desgarro, es decir, el real, das ding. Como en Alien Resurrection, donde Ripley experimenta un encuentro entre ella y las previas copias imperfectas de ella. Como si aquello que pudimos ser pero que, por mero azar a veces, no somos, nos persiguiera a todas horas como un espectro. Nos hauntean las realidades que son-nosotros-sin-serlo. Aquí cabe recordar la premisa hegeliana donde, ante la confrontación con lo otro (what is alien to ourselves), uno debe reconocerse en eso.
El viaje por esta galería demanda al sujeto una confrontación con esta dura lección ontológica: que siempre estamos ante la mirada escondida de eso, de lo otro, de la cosa. En su momento los memes abrieron la puerta al maná de las teorías iconológicas -Mitchell, Belting, Debord, etc.- de pensar con, en (a lo que yo añadiría sin y a pesar de) imágenes. Con esto me refiero, para los tiquismiquis, que los memes han podido recuperar el pensamiento más allá de la imagen verbal. Es decir, más allá de la palabra, el discurso directo, descriptivo, lógico-cartesiano, cientificista, positivista, académico, etc.
Para apreciar, no usaré entender ya que se trata de gusto no de conocimiento -nos movemos pues en diferentes críticas kantianas-, lo que el hipermeme tiene por ofrecernos es imprescindible saber de dónde venimos. Y creo que podemos hacer una pequeña genealogía sin caer en el elitismo mémico 4chanero. El meme ha evolucionado de muchas maneras, de las cuales podemos destacar dos por el tema en cuestión que se trata aquí. Es imposible no ver un movimiento parecido al de la dialéctica hegeliana donde nos encontramos tres momentos: los memes en sí (las unidades de transmisión de información, la pura cosa), los memes para sí (los memes una vez la conciencia los recorta de la imágen y los identifica como tal, es decir, cuando diversos autores entre ellos Dawkins y Blackmore se ponen a describirlos), y después, en un momento de reconciliación, nos encontramos los memes en-sí-para-sí, donde se produce un encuentro con una terrible conclusión: no sólo somos los humanos los que decidimos qué y cómo son los memes, sino que además no nos podemos desprender de ellos -la conclusión kantiana, no podemos conocer el noúmeno fenoménico. ¿Seguro?
La segunda dimensión evolutiva de los memes nos lleva a lo que encontramos en la galería, concretamente con dos obras que me interesaron bastante: Cursed Wojak (de chivo y matt), e Hyper Lain (de @memes_del_pleroma). El meme ha sido una herramienta que ha replegado -en el sentido del pliegue barroco al infinito deleuziano- el pensamiento. Primero, el meme decía: “esto es eso”. Después, “esto es”, esto lo encontramos en los típicos de me pasa. También llegó a mostrar “esto”: la metaironía, el simple señalar con el lenguaje alguna cosa. Pero esto era el principio, porque los perversos acceleracionistas landianos quisieron pisar el ac(c)elerador para ver dónde llegaba el pliegue. Así, nos encontramos con expresiones mémicas que ya no apuntan a un “esto” dependiente del lenguaje, es decir, a un ser dependiente del lenguaje humano. El meme ha llegado a representar “eso”, lo que acecha más allá del lenguaje, la entidad uncanny, liminal, unheimlich, que desequilibra la dimensión homeostática del $<>a. La experimentación con los memes ha posibilitado el encuentro con la cosa, aquello que no sabemos qué es pero que nos mira desde el otro lado.
Con este conocimiento genealógico, al menos yo, aprecio y aplaudo obras como Hyper Lain y su descripción: “El meme no es la excepción. Si lo pensamos es por que “él” nos pensó antes”. Hemos pensado, guardado y reposteado tantas cosas que seguro que alguna se ha perdido en línea temporal de nuestra memoria. La anestesia del capitalismo digital ha creado múltiples agujeros en nuestra memoria. ¿Te acuerdas de aquello? Sí, aquello que viste haciendo scroll hace dos años y dijiste que te acordarías de encontrarlo después.
“Estaba acá, ahora no está, va a volver estar, pero no sé decirte…
…NO SÉ DECIRTE CUÁNDO” (Hyper Lain, de @memes_de_pleroma)
Pero el ac(c)elerador aún está pisado, y esto es lo más jugoso de los proyectos de @__antimemoria. ¿Qué queda más allá de “eso”? Pues “__”. Aquello por lo cual no podemos ni utilizar la imagen-idea de “eso”. La transgresión misma del signo, la voz del exterior que imbuye la sustancia del significante psicótico. El puro mensaje o puro código de Schreber. Que vivimos en la era del vacío no es secreto ni novedad, ¿pero cómo podemos representar, materializar esta era, es decir, lo inmaterializable? El Cursed Wojak creo que es un buen ejemplo del remanente de la corrupción del realismo vacuo. ¿O quizás es lo que queda cuando el signo no quiere trabajar más? Cuando nos abandonamos a la pura forclusión esquizofrénica quizás puede ser “eso” lo que queda debajo del “rostro” quedando solamente “__”. El complejo()agujero ciclonopedista.
La cuadrilla de anestesiados profanadores que ha juntado @__antimemoria colaboran con motivos ¿neopaganos? ¿xenopaganos? ¿paganopunk? ¿glitchcore sacramental?, para profanar la imagen de la sociedad de consumo del espectáculo digital tecnocapitalista -para dar por fin una coordenada de la dimensión biopolítica del asunto. Una invocación de lo real al puro estilo Fisher, con la intención de agrietar el entramado simbólico del orden tecnofascista que convierte al sujeto en un consumidor de imágenes y plataformas para amedrentar la matriz tecnofeudalista de Google, Amazon, Youtube y Facebook. Meme tras meme, en la galería se inicia un camino hacía el encuentro con aquél momento en que -invocando de nuevo a Fisher- se originaron las causas de la catástrofe (...¿quién las sabe?). La adicción del sujeto al continuo flujo y bombardeo de imágenes ha causado un cortocircuito en la memoria individual y colectiva. El hipermeme quiere llegar hasta el núcleo de este sujeto anestesiado, para encontrarse con la calamidad de la grieta. En una obra de Mao Sirio podemos leer, “El olor de la grieta no llega al mercado”; a lo que yo añado, de momento.
El meme al final ha resultado ser como una droga. Cuando empiezas a fumar mota con uno medio cargado ya puedes ir bien puesto; lo mismo con los memes, con uno que te cruzabas por los foros, 9gag, CC o demás plataformas ya te hacías unas risas. Con el paso del tiempo y tras mucho consumo empiezas a curiosear con substancias más potentes, desarrollando una adicción y una tolerancia que te hará necesitar un tiro de keta y uno de coca para poder generar un estímulo, un estado de felicidad, que ya no consigues con un solo porro. Lo mismo encontramos en la historia de los memes. Ha llegado un punto en que sí, podemos disfrutar de un sutil meme que se burle del presidente o que describa un gusto musical, pero tras tragar todo lo que hemos tragado -hablo principalmente desde mi punto generacional del 96- lo que necesitamos es un meme perturbador de un espacio liminal mientras una entidad uncanny llena de sangre nos dice UWU, al ritmo de cumbia con reverb, al tiempo que leemos:
ę̷̡̛̛̦̗̲͔̲͉̤̗̣̰́͒͑́̈́̇ş̸̨̧͎̻̫̦͕͚̹͖͔͕́͑͊̄̂̒̉̕͜ͅt̷̢̢͇̝̳̪͇̝̳̪̋̄̀͛͋̋̄̀͛͋̚̚͝͝ȏ̷̡̝͎̝̖͖̖̹̩̜̟̠̙̪̩͋ ̴̧̛̛͕̞̹̓͂͊̊̓̾͘t̴̠̩͖͙͓̱̓̈́̆̒̓̈́͘ ̠̩͖͙͓̱̓̈́̆̒̓̈́͘ e̶͎͎̭̹̠̘͚͎͎̭̹̠̘͚͂̿͂̿͝͝ͅͅͅͅ ̶͉̣̀͊̿́͑̈́̆͋́̀̊̊̕͘͝e̶̬̹̹̬̹̹̽̑̃͊̋͊͛̂͗̽̑̃͊̋͊͛̂͗ x̷̟͈͆̏̈̃̒̓̐̂̔̐̋ ̟͈͆̏̈̃̒̓̐̂̔̐̋c̴̟̮̖̤̟͍̣̹͖͇̟̮̖̤̟͍̣̹͖͇͋̀̆͋̀̆̕͘̕͘ ȉ̷̢̖̘͚̳̭̭̣̭͙͚̪͋̍̄͌̎̈́̽̒̕͜͠t̴̡̡̡̡̻̹̩̤̤̝̯͕̯̥͍̘̻̹̩̤̤̝̯͕̯̥͍̘̎̓͐̽͐̄͑̎̓͐̽͐̄͑͘͘ͅa̴͕̭̥̘̭͔͕̭̥̘̭͔͆͌͗̐̀̌͌͑̓͌̀́͗͆͌͗̐̀̌͌͑̓͌̀́͗͘͘ ̷̯͚̥͔͈̬͛̓̀́͑͑͐̎̀̄̃͠ͅ
Queriéndolo o no, esta analogía memes-droga se encuentra bien representada en la propuesta de chivo y matt “IMG_20220704_004743_595”, donde nos encontramos representado lo que bien podría ser el sujeto contemporáneo adicto a las pantallas y a las plataformas como Tik Tok: una ameba descerebrada distímica (el síndrome de la falta de serotonina) en busca de cadenas infinitas de placer neuronal instantáneo que dure menos de 7 segundos y que no haga pensar demasiado. Ahora quizás el meme es quién tiene sobredosis de nosotrxs.
El propósito de esta galería se encuentra entre la doctrina del shock y la terapia psicoanalítica. Busca lo que, en palabras de Zizek reformulando a Wittgenstein, nos permite la escritura -si entendemos la práctica memética como una especie de escritura-, es decir: “Wovon man nicht sprechen kann, davon muss man SCHREIBEN” (“De lo que no se puede hablar hay que ESCRIBIR”). El meme nos ha servido en gran parte de su historia para enunciar aquello demasiado íntimo, demasiado doloroso, demasiado radical, hemos escenificado las fantasías más privadas. Es hora de llegar al fondo de esa fantasía, la fantasía primordial, aquello de lo que no se puede hablar. Y eso que no se puede hablar, lo reprimido primordial, se encuentra al otro lado del ruido, del noisecore. Lo que encuentra el hipermeme, como lo encontró el dank meme y el shitpost en su momento, es el sujeto: la cruda y traumática dimensión de lo que es el sujeto. El sujeto como un vacío de negatividad autorreferente, un sujeto barrado, atravesado por el significante.
El sujeto, al menos como se concibe desde el psicoanálisis lacaniano, es un sujeto incompleto, vacío, sin soporte positivo del Ser. Un sujeto barrado ($), le manque à être. Esta galería sirve como catalizador de esta traumática realidad, llevando al sujeto a una experiencia catártica donde se producirá el reencuentro con la vacuidad de la subjetividad. Una muerte del ego parecida a la que se experimenta cuando se toman setas o LSD: una liberación de las cadenas del significante. El hipermeme escenifica una fantasía fundamental que se tiñe de tonos pasivo-masoquistas.
Claro que me podríais decir: “Frvn, esto es una fumada tuya que te estas sacando de la manga, yo en la galería solo veo memes horrendos que no hacen gracia”. Y volvería a repetir lo que he dicho hace unas líneas. El meme como expresión artística donde el sujeto puede hablar a través de éste ha evolucionado -mutado, transformado, sintetizado, madurado- hasta poder llegar a una expresión tan particular como la que nos encontramos en esta exposición. Y creo que lo mejor de la evolución de la práctica memética es que (aunque se haya capitalizado y explotado en gran parte por la sociedad-alienada de consumo tecnocapitalista o peor aún, haya abierto el espacio para la adopción de un cinismo mémico pasivo-hedonista) ha podido encontrar un punto de fuga, un vector maquínico donde representar y expresar el horror gótico cibercapitalista en tiempos ac(c)elerados del hiperconsumo. Solo el hecho de tener que usar tantos neologismos para referirnos a lo que está pasando en estos momentos en el mundo legitima una práctica artística tan genuina y crítica como es el memecore, noisememetica, hipermeme, etc.
Si miramos otra vez la genealogía de los Memes -en mayúscula, teniendo claro que estamos-y-no hablando de la memética de Dawkins o Shifman- nos encontramos en que el postmeme había hecho ya un gran paso reflexivo post-irónico (ya me estoy cansando de la nomenclatura pedante) al sugerir que los memes no dejan de ser ideas, es decir ideología, una herramienta para codificar y descodificar el mundo y la sociedad, y que por lo tanto tienen un sesgo de autoridad -lo que vendría a ser el significante maestro (S1) que justifica un conocimiento o conjunto de significantes (S2). Es decir, el meme representa a un sujeto para otro meme. Creo que el meme que refleja mejor este cinismo post-humor es el meme de “I don’t believe in this nonsense/ So true!”, o los Wojak en general. ¿Y no son a caso los Wojak el eterno retorno de los Rage Cómics, el regreso de lo reprimido en forma de síntoma?
En todo caso, lo que el (post)meme ha descubierto es que somos un conglomerado de memes. Y eso quiere decir que, como diría Lacan, no hablamos un lenguaje sino que somos hablados por él. Lo que parecía que era infumable de Dawkins, es decir, que los memes nos usan -teniendo una agencia individual- no parecía ir demasiado mal encaminado. Ahora bien, una vez conocida esta negación, podemos negar la negación. Lo que el hypermeme hace es asumir esta realidad fundamental y llegar al final de la consecuencia: sí, soy usado por el significante, necesito el código de signos para moverme por el mundo, pero siempre queda un resto, un menos-que-nada, una grieta, que me permite una relación ética con éste.
¿No es acaso este “ser usado por otros” la fantasía fundamental pasiva par excellence? Si el sujeto normal (normativo, normie, alienado, cis, cons00mer, etc.) basa su goce en una relación con la Ley (la prohibición), en la cual se reconoce para transgredirla creando un objeto causa de deseo (masturbación, robo, racismo, fascismo, patriarcado, etc.) y así sentir que ha birlado parte de la jouissance perdida o robada por el Otro -los memes incels y criptofascistas de 4chan-, el goce del perverso masoquista es de otra índole. El perverso eleva al Otro, portador de la jouissance, a la categoría de Ley. Es decir, el pervertido abraza el lado obsceno de la relación con la Ley, cuyos mandatos deben ser acatados. El perverso proyecta el goce en aquello que precisamente le impide el goce, la mediación del signo. El hipermeme no busca bordear el objeto-falta causa del deseo, eleva el vórtice como la causa-sui y se lanza hacia éste.
La fantasía fundamental es masoquista solamente en un mundo donde la experiencia del dolor nos garantiza el único acceso al Ser, ya que la segunda articulación (la demanda de amor) parece no poder darse en la sociedad tecnofascista. La muerte del meme como concepto representa -en uno de sus vectores, ya que es una noción que da para muchas narrativas- esta relación paradójica con el signo, es decir, la siempre-imposible capacidad de conocer el ser nouménico de las cosas con el lenguaje. Como sujetos, siempre necesitamos la mediación del lenguaje para relacionarnos, para decir y para conocer. En la galería, como por ejemplo en la sala Gustavo Gómez Mejía, se ha querido representar y transgredir a través del dispositivo artístico del meme esta paradoja. La paradoja que coincide con el estatus de la Ley, es decir, aquello que nos impide el acceso a la cosa es a la vez aquella instancia a la cual no podemos renunciar -el meme, el lenguaje. En las composiciones de la sala antes mencionada se entra en relación con la imagen y con la vacuidad de la subjetividad a través de un paradójico discurso: ya no entiendo el meme, ergo, he llegado a la muerte del meme. Soy libre.
Hay un juego perverso en los memes audiovisuales que se encuentran en la sala final de la exposición, donde el epiléptico y frenético catering de imágenes agresivas, violentas, excitantes a ritmo de xenocumbia-rap, techno al estilo Berghain, harsh noise, nos llevan al éxtasis de lo que hay después de haber consumido cada imagen, estática y en movimiento, cada sonido, cada ruido. Llegamos al final de la travesía, al otro lado de la imagen: la nada, el nirvana sin significante. O dicho de otro modo, el sujeto en sí.
Para ir terminando, ya era hora, voy a dar unos apuntes finales a modo de conclusión.
Todxs sabemos que el meme ha evolucionado y avanzado auto-conociéndose, incluso antes de saber que lo llamaríamos meme. El meme, al igual que el arte o la música, ha sido un fenómeno que ha expresado el desarrollo histórico-lógico del espíritu, en el más puro sentido hegeliano, narrando la “vida” del sujeto-colectivo-cibernético a través de diversas etapas de auto-consciencia. Pero, a diferencia de estas dos otras expresiones artísticas que he señalado, el meme ha compensado su, de momento, corta vida, con una velocidad de génesis y territorialización ac(c)eleradísima. ¿Qué quiero decir? Para mí, la dialéctica de los memes no es otra cosa que el reflejo del desarrollo de la historia y conciencia hacía un absoluto -nuevamente en sentido hegeliano, como se expresa en la Dialéctica del Espíritu o, más bien, en la totalidad del sistema hegeliano-, pero en menor tiempo y ac(c)elerando sus momentos y negaciones.
Desde los memes más infantiles de los Rage Cómics, hasta los memes más políticamente comprometidos, pasando por las batallas ideológicas a través de memes (redpill, left can’t meme, alt right, alt left, political compass…), memes de filosofía, memes que hacen filosofía; todo ha sido una continua dialéctica de reconocimiento al puro estilo amo-siervo. Claro está, se está llegando a algún absoluto que, rompiendo la ortodoxia hegeliana, no implica una síntesis perfecta. Eso quiere decir que el punto más autorreflexivo del espíritu, el momento absoluto de los memes, ha sido (re)conocer que el sujeto está condenado a una paradoja: tener que usar el lenguaje (los memes) para aprehender la totalidad que le rodea, pero siempre errar el tiro al ser el lenguaje un no-todo, es decir, una herramienta que en su identidad siempre encerrará una contradicción. Dicho de otro modo, toda negación siempre será una negación de la negación. Pero esto no conlleva a una calamidad, una aletheia nihilista, al contrario, pues lo que indica la muerte del meme (el abandono de Dios) es la liberación de las ataduras del Otro. Confirma que la naturaleza siempre es movimiento.
Que no haya Otro o, mejor dicho, que no haya Otro del Otro (es decir, como afirma Lacan, que no existe el metalenguaje), significa que solamente nosotrxs podemos elegir el camino con el cual memetizar (entender, simbolizar…) la realidad, y que aun así nunca habrá el meme definitivo. Siempre se podrá avanzar, siempre podremos continuar moviéndonos en aufghebung (sublimación, superación) eternamente, sin final. Siempre podemos pensar y repensar la realidad, la cultura o la realidad rizomática (que como nos recuerda @joven.toppo, puede ser Hitler y/o Chaplin al mismo tiempo). Con la muerte del meme descubrimos el movimiento y potencia infinita de la sustancia única, el cuerpo, y su infinidad de modalidades, composiciones, agenciamientos y máquinas.
Al principio, unx entra en esta galería -en esta o en general en la gran galería que es Internet- y se puede encontrar con extrañas entidades y abstractas representaciones. Como por ejemplo la del Nomeme de @como_descompuestos, donde el texto que sigue se yuxtapone con imágenes grotescas de dientes y plantas carnívoras:
“escupe tu naturaleza erguida en el idioma de los esclavos puestos a convivir con dialectos heterogéneos. celebra una torre de babel en donde mostramos los dientes para asumir complicidad de ininteligibilidad y ríe y llora mientras la máquina abstracta no sabe qué hacer ni qué interpretar. que lo que muera no sea enterrado más.” (Nomeme de @como_descompuestos)
Al principio puede generar disgusto, un desequilibrio en la estructura de la fantasía (que es la que al fin y al cabo estructura nuestra realidad). Pero cuando más se mira en la íntima relación de semi-soledad, entre la interfaz y el sujeto, más se da unx cuenta de la negación de la negación. Es decir, que nosotrxs creamos el tabú en comunidad. Lo hacemos por el otro. Pero al mismo tiempo el tabú conlleva a la trasgresión, a la perversión. En esta exposición no miramos con nuestros ojos sino con el ojo del perverso. Este ojo mira a la imagen grotesca y no aparta la mirada. Lo uncanny no desaparece, se reformula como deseable, como una perversión masoquista.
El hipermeme es grotesco, pero sin hacer de lo ausente, lo olvidado, presente -en el sentido de normal o aceptable. Hace presente la ausencia misma, el vórtice, el glitch. El horror no se transubstancia en amabilidad por medio del lenguaje. Nosotrxs nos volvemos horribles placenteramente al elevar el horror al estado de Ley de goce.
El hipermeme te hace enfrentar y confrontar el horror del vacío, de la vacuidad. Te mira y te pregunta: ¿qué eres tú? ¿Qué somos sino un amasijo de traspiés, lapsus, brands, clichés, mercancías, nostalgia e imágenes que han perdido un fondo positivo de sustancia? El hipermeme no es nostálgico sino más bien melancólico. Melancolía entendida como la realización de que nunca hubo un objeto, ni por lo tanto un sujeto, desde un principio. Y esto da una cierta calma.
Terminando mi viaje en la sala de los vídeos, donde sé que hay un lacaniano que me dedicó una de las creaciones, elevo la vista y me encuentro otra vez con Hyper Cristo. Sigue sin mirar la exposición ni a las entidades que la visitamos. Esta vez creo que ya sé por qué no mira. Una vez finalizada la visita, simplemente unx lo sabe. Y él sabe que lo sabemos. Gracias a todxs, en especial a @__antimemoria. No olvidemos el “__”.
FRVN
(Texto enviado por FRVN al Chivo Maquínico para su publicación y difusión. Es una reseña de la exposición virtual titulada: La muerte del meme curada por @__antimemoria cuyo link dejamos a continuación:
en ella se pueden ver las obras a las que FRVN hace referencia)
((las imágenes son de @__antimemoria))