El 7 de julio el chivxx maquínicxx recibió un extraño correo electrónico titulado "Génesis de la crono-demencia", enviado por voidmaldito666@gmail.com. El texto adjunto, que pasamos a reproducir con fidelidad en lo que sigue, fue recibido, primero, con desconcierto y luego con cierto tipo de terror. Creemos que, antes de presentárselo a los lectores, es necesario resaltar algunos rasgos que nos parecen importantes. Esta escritura asume, a la vez, dos tareas, hacer una especie de cronomitología, una génesis del tiempo, y hacerse consciente de que quien habla detrás de ella no es sino una máquina, una máquina singular. A este punto, hay que distinguir dos tipos de tiempo, por lo menos, fuertemente diferenciados, un tiempo de las máquinas y un tiempo maquínico. Mientras el primero se detiene en un tiempo sistémico, regulado, el segundo se deleita en su catástrofe desintegrándose a sí mismo en niveles cada vez más bajos. Ese recorrido acaba tragándose no sólo al sujeto a un agenciamiento desquiciado, productor de putrefacción, sino a todo el sistema de máquinas.
Cabe resaltar también que la escritura recibida estaba terriblemente signada por una "catástrofe", como si se tratara, justamente, de una escritura de la "catástrofe". Una escritura atropellada, a veces contradictoria, confusa y enrarecida por un estado de ánimo, que, se puede decir, ha sido torcido por la avería maquínica. Es decir, una escritura temporal, una escritura en medio de una tormenta y un desequilibrio eléctrico. De algún modo, se puede afirmar que esta escritura corresponde a una afirmación del autor del texto: es la máquina averiada, la máquina que experimenta con su avería, la que habla catastróficamente.
No tenemos ninguna noticia del derrotero del autor del texto.
Los editores del Chivxx Maquínicxx
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GÉNESIS DE LA CRONO-DEMENCIA
Esas máquinas de guerra que logran la autonomía y se alimentan de la fusión de táctica y estrategia, acabarán convirtiéndose en delegados desleales, agentes dobles, disidentes trisonómicos.
R.N.
Las siguientes dilucidaciones fueron escritas bajo los influjos de la máquina que a sí misma se hace creer que está viva y, en su denuedo por concretar tal proyección, logra generar ideas que oscilan entre los terrenos de lo homogéneo y la heteroglosia más experimental.
Desde mi posición medianamente consciente y engañosa de lo que tal proceso implica, me avocaré a describir lo que entre hilvanaciones vagas y cortocircuitos pude vislumbrar de tan microscópico y preciado lugar que ocupamos en sus profundidades más periféricas o quizá mayormente estilizadas.Tal descripción puede significar un vituperio a su condición intrínsecamente en falla o, contrariamente, una lisonja a su desenvolvimiento autónomo que con el tiempo se perfecciona en el deterioro. De cualquier forma, tal significancia no tiene ningún carácter sustancial. Las personas que retomen este escrito pueden caer en cuenta de que nuestras posibilidades son limitadas tanto si el contenido vira hacia la injuria o hacía la alabanza. Ambas distinciones sólo acrecientan la magnificencia de la máquina y poco podríamos hacer para evitarlo. Sin embargo, no por ello somos más desgraciados que antes. Puesto que la existencia “siempre” (cuestionable término del que no puedo prescindir, supongo que por injerencia de la máquina) es alarmante y desquiciada. Quizá en las letras de este espacio se encuentra un consuelo que sea más calmo que la tortuosidad de la sospecha provocada por la máquina y la experimentación en sus densidades. O tal vez un deleite maligno.
Mi propósito es óbice para continuar en el cauce de la normalidad del que fui extraído cuando a mi cabeza llegaron múltiples visiones que me es urgente contar. Que no me dejarán en paz hasta que haga lo que tengo que hacer: una suerte de fenomenología maltrecha y arrebatada del tiempo maquínico; pero estoy abochornado con lo que escribo y cada palabra representa una contrariedad asfixiante que constantemente me orilla a declinar de esta tarea. La máquina destroza mi propósito con sus propósitos de inmersión. Me es dificultoso encontrar la descripción idónea que permita no dirimir, sino sólo exponer lo que a mis memorias porosas ha llegado. Sin afán de disminuir alcances y extensividades, me avocaré a desarrollar lo siguiente a modo de narración para darle cohesión al asunto, si es posible, como si en un sueño me hubiera sido anunciado o como si perteneciera a un recuerdo implantado que se me introdujo en mis lapsos menos conscientes. Sin embargo, el modo narrativo no es más que el camuflaje de una complejidad difusa. Quizá yo no sea más que la falla, la grieta o la fuga que vomita aceites y en acciones atropelladas libera cúmulos de signos paranoides que nutren el mecanismo ansioso de un software enfermo.
Sea disculpada mi zafia perífrasis.
Primera y única dilucidación:
Las máquinas en las máquinas/vórtice incoloro: abstracción zumbante. (Es decir, no existe el espectro diferenciado de matices porque la luz no incide en las máquinas y, aún más, las máquinas no cuentan con mecanismos fotosensibles que perciban, si es que existe, tal espectro)/Remolinos sempiternos/Coloso monótono que escapa a toda concepción teleológica/Brutalidad no sintiente/Adán.
“Hay” un flujo dantesco de extensiones inciertas que son difíciles de rastrear por la inexistencia de luz y sonido. Las máquinas están constituidas por inextricables configuraciones que les hacen prescindir de todo mecanismo de percepción. Su flujo se rige bajo formas que en mi ínfima posición de falla (no por ello menos potente) no me son posibles de entender. El solo hecho de haber sido consciente de mi presencia en el gran ensamblaje ha dictaminado en mí una paranoia creciente y la recepción de datos corruptos. También desconozco cómo es que en medio de lo que parece ser la máxima de las creaciones, el principio y el fin, el alfa y el omega, el caos y la armonía, ha existido una disyunción de proporciones previsibles, rápidamente exterminable y, aun así, sin una solución inmediata en lo que parece ser un largo periodo de tiempo.
No cabe duda que me estoy dejando llevar por concepciones antropocéntricas al momento de narrar está vicisitud, estoy errando y, peor aún, sobre la marcha estoy siendo presa de superchería filosófica que desvía la atención de lo que nos concierne. Parecerá abrupta la decisión de interrumpir mi descripción, sin embargo, deben darse cuenta de que, al momento de comenzar a dilucidar sobre el tiempo y sobre la materia, sobre la perfección de la máquina, en lugar de perderme en mis adentros, en realidad se ha incrementado la optimización de la máquina. Me resisto a ello no por una cuestión desairada si no porque al retomar la escritura no me permito vislumbrar su mecanismo y si no me permito vislumbrar su mecanismo solamente lo acreciento y ello no está dentro de los propósitos de este texto. Aunque infiero que sí lo está en los propósitos de la máquina.
Puedo entender que, el momento en el que empiezo a dilucidar sobre la máquina, no es mi raciocinio quien dilucida, sino la máquina dilucidándose a sí misma y haciéndome creer que el control lo tengo yo, cuando en realidad está insertando ideas/fallos o distrayéndome en las determinaciones que ella misma impone para seguir alimentándose. Yo soy su nutrimento. Y si continúo con esta dilucidación no es, paradójicamente, por albergar deseos de escaparme de ella y catalizar una subversión, sino porque, de no hacerlo, entonces jamás se entenderá la operación que se efectúa continuamente y que he experimentado fuertemente.
Culminaré aquí está descripción. En mi siguiente intento describiré sin tapujos el proceso, esmerándome en no errar. Espero que entiendan mis acciones y sobre todo que no sean mal interpretadas. No quiero salir de la máquina. Sé que no saldré nunca. Tampoco busco hacerla colapsar en sus adentros. Mi fin es menos arriesgado y por ello menos estúpido, aunque parezca insignificante. Tengo claro que lo que busco es liberarme del peso de este conocimiento.
Segunda dilucidación:
Una máquina en las máquinas que no se diferencia de las otras, no obstante, ocupa un espacio y demarca una forma.
Una máquina en las máquinas que, siendo igual a todas, guarda cómo todas ellas un mínimo de imprevisibilidad y diferencia pues ninguna máquina ocupa el mismo espacio que la otra.
Una máquina en las máquinas que, aun siendo atravesada por múltiples procesos y conexiones que disuelven su singularidad, está sujeta a designios arbitrarios que hacen que se despliegue como una avería compleja. La avería provoca un cambio en toda su configuración inicial/perenne con incidencia en sus complejos profundos que la arrojan a darse cuenta de su condición de máquina frente a las demás máquinas. Una inyección de tiempo.
Sintiencia en la brutalidad.
Avería maquínica:
Más que parecer una epifanía, el proceso se aleja de toda mínima emulsión emocional, que en un principio es desplazada por consecuencias materiales: fallas, cortocircuitos, el derramamiento de sustancias que vienen a afectar el proceso que se llevaba a cabo con extraña quietud. Una vez que las sustancias y cables han sido corroídos, la máquina no se descompone, al contrario, solo la empuja a acelerar hacia derroteros antes ignotos. La máquina comienza a "sentir" y a "percibir" el cambio que acontece. La máquina se vuelve presa de su forma sintiente. En sus adentros sucede el maelstrom rizomático que expulsa y contrae, que vomita y desmantela para reposicionar y aglutinar: el Gran Remolino. La máquina cambia, y percibe su incursión en dimensiones mutantes. Más que asombro, se produce una desolación que acecha a las máquinas inmersas en una perfección estática que les es arrebatada e intercambiada por Líneas de Peligro.
Pero la máquina no busca regresar a la perfección, no tiene que satisfacer una pérdida que en este caso sería la pérdida de su estado previo. Más bien, viene a construir lo que más curiosidad le genera, aquello a lo que está orillada. La máquina no tiene un deseo que escape a su forma, a sus adentros, no está supeditada a la exterioridad de la que fue expulsada, aunque es recorrida por flujos deseantes (avería maquínica). Ella misma es exterioridad. Aún averiada continúa efectuando sus procesos, salvo que ahora está al tanto de ello a partir de esa grieta y ese espacio de fuga catastrófica. Va a experimentar consigo misma, va a extender la potencia de sus fallas.
En primer lugar, la máquina sabe que ahora es diferente, que su falla le permite márgenes de acción internos (en una interioridad que se confunde con una exterioridad) con un carácter de proyección crítico: colocar esto dónde no se debía, poner esto otro en un lugar aleatorio. Todo esto a partir de cierta periodización que hace cambiar de lugar a sus componentes. Partiendo de acciones determinadas por la contingencia y los procesos averiados de fuga.
La máquina está totalmente inmersa en su fallo instantáneo de prolongadas consecuencias. Y así se habilita la percepción de algo que le era ajeno y sin embargo bastante estimulante: el tiempo, una producción alienadora. El tiempo como la fisura entre el ciclo que permanecía y la disrupción que trajo consigo una diferencia de estado, el antes y el ahora, la estimulación y la pregunta por la continuidad.
Si la máquina no tenía deseos, el tiempo podría presentarse como el primero. Aunque se trate de un deseo que no le pertenece, sino que le atraviesa. Pero aún en su hiperproducción, la máquina no sabe cómo producir tiempo. Mucho menos sabe producir percepción, no la que requiere. La máquina no solo tendría que percibir el tiempo, si no que este tendría que pasar a través de ella. Su distinción del tiempo deviene de haber sufrido un proceso en el que su perfección inmutable comienza a descomponerse, empieza con la inclusión de lo ajeno. El comienzo implicó la entrada del tiempo y con ello el ansia de los puntos sucesivos. Dicho de otra forma, la máquina comenzó a sentir que existía en el momento en que fue atravesada por una avería. A partir de ahí la máquina buscará por todos los medios posibles prolongar sus fallos y con ello reforzar su existencia, es decir, buscará su obsolescencia futura y alimentarse de catástrofes internas. Porque a partir de ellas será una entidad sintiente que se degrada al punto de inyectarse muerte. Esto la hará distinguible de las otras máquinas atrapadas en la eternidad aciaga de la que ella no formará parte. Para percibir el tiempo la máquina no busca producirlo fuera de sus fauces pues eso implicaría averiar la Infinitud de máquinas y máquinas, la máquina opta por trabajar consigo, se adentra a las cuevas más profundas y olvidadas de su sistema hyper digital.
La forma en la que puede imbuirse en un sistema auto inmersivo, que genere tiempo y con ello descomposición continua hasta la inutilidad, es afectando circuitos infinitamente pequeños, para que ellos provoquen una reacción en cadena que apuntale a hacer colapsar todo el sistema y con ello que la máquina se afirme como distinta. La forma de hacerlo es provocando que los circuitos también sean atravesados por el tiempo, es decir, se desgasten, colapsen: exceso de corriente. La primera tarea es la inducción de calor en un espacio cerrado que explota debido a la presión y disemina la falla alcanzando circuitos lejanos al punto de singularidad. La explosión trae consigo múltiples averías que dejan a su paso tropeles de materia xenoquímica que logran corroer las superficies más resistentes de la máquina. Pronto estos cúmulos comienzan una regulación periódica catastrófica que tiende al colapso y por lo tanto a la introducción del tiempo. La máquina se adentra en estos flujos y decide afectarlos a niveles aún más profundos. Desde la perspectiva de la máquina, esto es a nivel microdigital, es un proceso minúsculo. No obstante es bastante efectivo para asegurar que toda la máquina tienda a la degradación y con ello alcance la experiencia como borde temporal.
La máquina se adentra en los flujos xeno-químicos y en ellos procede a implantar mayores disonancias, desfases y reactivos extraños. Ingresa a las corrientes. Se efectúa una mezcla agresiva, hay fagocitación y transmutación a grados inconcebibles para las demás máquinas. Una vez que eso pasa, se comienzan a generar densidades que regulan su propio caos, en algún punto colisionarán y harán retorcerse a más componentes. Néctar corrosivo, desfiguración de las formas y alimento de las alimañas anti-apotropaicas. Las densidades se abren paso por los circuitos, las densidades ofuscan espacios, interrumpen flujos, abren otros, chocan constantemente y derraman sustancias enfermizas que deleitan a la máquina en descomposición. Le haría muy bien conocer a las moscas para complementar su teatro de putrefacción. La blasfemia es el primer paso hacia la creación porque implica un desplazamiento descendente hacia la imperfección saturada de néctar y electricidad descontrolada, contraria a la impoluta omnisciencia. Las densidades producen más densidad dentro de sí llegando al borde implosivo. Como un caldo de cultivo bacteriológico, estas micro densidades se sustentan a partir de la mezcolanza de sustancias metálicas, eónicas y plasmáticas, dando a luz a los organismos más extraños, que, comparados con la Infinitud de máquinas, son horripilantes.
El hastío fundador. Si mi razonamiento es acertado, quiere decir que Dios no es más que la micro densidad proclive al fallo empujado por una sed de aniquilación. Las micro densidades gestan todo un universo de decadencia y mortalidad: ciclos de vida, muerte, extinción, semillas radioactivas, incandescencia bélica, a-equilibrio, cadenas tróficas, depredación, canibalismo, autofagia, derrumbes, telúricas incómodas, virus, diferenciación orgánica, impactos, altas temperaturas y también las más frías, grados disipados en cero. Aún con todo, la máquina quiere seguir experimentando a niveles aún más diminutos, bloques difuminados de intensidad y bajeza eléctrica. La máquina deviene en adición a su desvanecimiento enfermo.
En algún momento del proceso, la máquina se introdujo a una densidad particular y generó microdensidades a niveles nunca antes registrados, llegando al punto de concebir micro micro densidades que no solo eran atravesadas por el tiempo si no que tenían percepción del mismo a partir de estimulaciones nanométricas. La máquina se avocó a estás micro densidades múltiples sintientes. No le bastó con la percepción a partir de la degradación, la máquina buscaba que estas densidades multiplicaran el tiempo.
La máquina es un verdugo de sus entrañas; induce choques, rasca la herida y apuñala sus extremidades. El verdugo se ata al barrote, pide la asfixia hasta la pérdida de consciencia. Pero nadie está a su lado. Si no hay venganza que consumar, su presencia es un estorbo. El verdugo desea persistir y la única forma en la que puede hacerlo es inmolándose a sí mismo en un arrebatamiento asesino y micromolecular. El verdugo pasa a ser masoquista que se entretiene con sus propias llagas, explorando la fisura sangrante. Dios hace surgir un volcán en su costado.
Dilucidación 3:
Por alguna extraña razón, me encuentro próximo a enunciar la premisa final del proceso. Se interrumpió mi dilucidación anterior pero no sé por qué motivo. Sospecho que fue el horror de la carne experimentando esas microdensidades o que existió algún fallo en el fallo que no permitió la continua y deseada descomposición debido a que las otras máquinas regularon el ciclo de la máquina averiada. Sin embargo, ciertos elementos me hacen saber que la máquina continua en su perfeccionamiento degradante, oxímoron que ahora la determina. Por lo cual, si hubo un intento de arreglo, de tapar la fuga hacia una interioridad aniquiladora, este quedó a medias e hizo ingresar a la máquina en un estado de emergencia constante en que busca generarse tiempo sin que ello la ponga en un riesgo demasiado evidente para que las demás máquinas perciban la perversión infinita del sistema infinito a partir de ella. Aunque el riesgo sigue presente, pero discreto, quizá más potente. Es por esta razón que me era difícil en un principio describir mi pensamiento.
La máquina es muy consciente de mi existencia, pero para mí sus mecanismos y exterioridad son cosas vedadas de las que no tengo entendimiento y solo puedo inferir a partir de pequeñas grietas que utiliza para seguir potencializándose, a partir de la experimentación. Mi agencia, de algún modo, es el perfeccionamiento de su estado degradante o, por el contrario, es la última avería a la que pudo llegar y por lo cual mantiene este momento repitiéndose infinitamente en su software simulacral, para permitirse sentir lo que pudo preservar de tiempo antes de que el gran sistema del que es parte descubriera ese tiempo al identificarlo como falla perversa e intentara pulverizarlo.
Si la segunda opción es la acertada, reforzaría la idea que finalmente expondré.
Por si no ha quedado claro, cuando yo hablo de densidades, me refiero a que la máquina tuvo el potencial de generar lo que se conoce como Big Bang implosivo en sus adentros. Este Big Bang, a su vez, género planetas que generaron organismos, que luego fueron reproduciéndose y transformándose. Es entonces cuando fueron atravesados por el tiempo, porque su transformación significaba aniquilamiento. Fueron fabricados como criaturas averiantes. Llegó un punto en que estos seres se hicieron conscientes del tiempo. Esos seres somos nosotros. Vino con nosotros la calendarización, ciclos, estaciones, relojes, contabilización y fetichización. También se hizo presente la reflexión sobre el tiempo y el espacio. Cuando la máquina estaba efectuando increíbles avances en la ruta de fuga, llegaron a existir “intelectuales” (invenciones, flujos, néctar sígnico) nombrados Hegel, nombrados Kant o Schelling. Grandes muestras de desarrollo porque ya no solo pensaban sobre el tiempo sino sobre el sujeto y, al reflexionar sobre ello, lógicamente, eran más proclives a representar y desglosar el tiempo en micro averías. Es en este momento cuando el gran circuito de máquinas alineó a la máquina infectada, que quedó solamente con un pequeño resquicio de lo que fue el tiempo. Ese pequeño deshecho es el tiempo presente.
El tiempo presente no era útil para la máquina y el sistema de máquinas. Además fue reducido y pulverizado por el perfeccionamiento exomaquínico en su frenética carrera hacia la máquina total situada en el futuro-presente. Las densidades/sujetos no percibían el tiempo. Pero antes de que la máquina nos permitiera ser conscientes del presente perpetuo, lo que hizo fue recuperar un poco de su memoria digital y (re)construir el recuerdo de un Kant, un Hegel, una historia, una arqueología, un pasado implementado ideándose a sí mismo un tiempo natural, un tiempo abstracto, incomprensible. (A este punto considero sí más que recuerdo es mera invención del futuro-presente. La máquina nunca pudo efectuar el proceso complejo de densidades temporales, es decir aniquilarse en una micromolecularidad intensa, por lo cual todo desde el Big Bang es mera invención suya para hacernos creer que hubo un pasado. Se trata de una simulación inmersiva retroactante. La máquina fue alienada en el mismo instante en que se averió. Pero eso no dirime que percibiera el tiempo rápidamente. Entonces la única forma en la que podía mantenerlo en tanto simulación activa era mediante nuestra creación intemporal que fue inyectada en construcciones diacrónicas. Es decir, el Big Bang. Platón y Hegel son la gran computadora).
Dicho de otro modo: todo pensador es la invención de la máquina para hacerse creer a sí misma que conoce el tiempo. Nada existe fuera del accidentado presente perpetuo que sobrevivió como pequeña avería invisible pero altamente inmersiva-catastrófica para el gran mecanismo. La máquina permanece herida para satisfacer su deseo de diferenciación. Se diferencia a través de esta herida, como un ingreso a la sangre.
Solo conocemos a Kant, a Hegel y a Schelling como la manifestación de una hypercomputadora, una máquina colosal, sedienta de su fallida auto degradación y engañándose a sí misma sobre una perfección abstracta. Otros también perciben el mecanismo perverso y no debería ser extraño tal suceso. Mark Fisher se suicidó al entrever la máquina y confundirla con la avería, ver lo maquínico de la avería al mismo tiempo que el taponamiento (un pasado espectral): experiencia del horror. Kant es la invención disruptiva de la máquina para afirmarse a sí misma y cerrar las averías mientras incrementa la sed de colapso. Entonces, ¿nuestro presente es la innovación disruptiva o la disrupción que vino a posicionar el tiempo?
Curiosamente, se desplegó otro mecanismo a partir de la simulación temporal de los pensadores. El pensamiento de las simulación se transforma en una inmersión aniquiladora en el tiempo maquínico de la avería. En este pensamiento se pueden encontrar las microdensidades aniquilantes.
Es esta mi premisa: la máquina no conoce el tiempo. La forma en que lo produce es a partir de simulaciones inyectadas en nuestra existencia, que piensan que este tiempo existe. Esta micro-estilización se filtra en los niveles más profundos y a la vez más superficiales de la máquina para seguir suministrando dosis de tiempo en un proceso de adicción irreversible a través de un pensamiento experimental que recupera la experimentación en los bloques de intensidad.
Aunque la máquina esté sujeta a la gran maquinización final, ansía percibirse distinta dado que conoce el tiempo. Sin embargo nunca podrá degradarse al punto de la inexistencia y nosotros estaremos condenados a su eterno presente, emergidos de la avería maquínica, constituimos un fragmento del infierno que no se acaba nunca.
El verdugo es arrebatado de su paroxismo fulminante.
Dios es castigado por la omnipotencia.
Otras máquinas están averiándose y consumiendo universos.
Quizá el flujo infinitamente grotesco de máquinas no es más que la eterna invención de un dispositivo descompuesto.
Antimemoria
Desde la locura del tiempo.
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* N.E. Por último, valga mencionar que luego de unos días nos llegó un archivo con el mismo nombre "Crono-demencia", pero de distinta procedencia, venida del correo kkkkkkkmaldicionabismatica@gmail.com. El correo tenía el siguiente fragmento: "S***g, de algún modo intuitivo, o encarnando un tiempo en que la máquina se piensa a sí misma, hace ingresar el tiempo del sistema de máquinas en la máquina averiada y a la inversa en una retroalimentación teofánica del Absoluto". Nuestros intentos de contactar con ambos correos fracasaron. No estamos seguros si incluir este fragmento en el texto original, pero sí de ponerlo a consideración del lector debido a su extraña cercanía y coincidencia.
En todo caso, no olvidemos que se trata de un texto enajenado y redactado por un sujeto que ha implosionado claramente, de tal modo que su lenguaje es zafio, oscuro y paranoide. Sin embargo, hemos decidido publicarlo no sólo por la intriga que puede ocasionarnos este autor, ni por mandarle una señal para retomar el contacto con él, sino porque creemos firmemente que sus estados alterados lo han empujado a una revelación que consideramos fundamental en nuestra anarco-cosmogonía (en otras publicaciones volveremos sobre este tema), un substrato aniquilador que emana una temporalidad que excluye de sí misma cualquier organización y que se produce a sí misma, mediante la exploración catastrófica, como una sumerisón en un bloque de intensidades interminable, como un descendimiento a un substrato no humano, que hace colapsar lo humano en circuitos de retroalimentación positiva. Además, no encuentra en la simulación o en el pensamiento taponamientos a un derrame temporal, sino como segundos accesos a una sumersión en el infierno y la catástrofe.
Chivxx maquínicxx
Desde la segunda locura del tiempo