por inferkit, Deep-daze y cyborgnoise
demonpulpo_7
Agosto es el mes más cruel. Se lleva a las vacas enfermas y a las viejitas. La ventana encara la cisterna del edificio contiguo. Palomas, yryvus, pitogüés y golondrinas disputan insectos, cortejan y sienten el viento. Sus cantos hace tiempo semejan sirenas de incendio. La novedad es el flautista en el corro de mendicidad de la tienda Express. Toca en el semáforo fragmentos de piezas populares, OST de ánime, Lambada, Für Elise. Pronto recibirá una demanda. La ley está para matar, trabar la música y los viajes en el tiempo. ¿Recuerdan el caso del escritor que mandó una tortuga a 1811? Todo el peso de la justicia cayó sobre él.
Columnas de humo ofician el matrimonio del cielo y la tierra. Bendiciones del nuevo orden necropolítico: el Poder Legislativo es indistinguible del Ministerio de Salud y colaboran para roer tus huesos. Incluso el mercado se ha electrificado. Solo se permite pensar senos_pezón_vagina_pene_culo_vulva. Las leyes relativas al día a día no están en uso, solo una muerte constante, constante, constante. El fondo de un tarro de miel, una gota medio exprimida, un trozo de arena y una pata de conejo cobran forma: son las tres hadas con sus viejos cuchillos.
Desagrada volver sobre la propia memoria una y otra vez. Actualizarla, editarla. Acceder a la carpeta de recuerdos es desentrañar agencias desconocidas que a veces nos atraviesan unas horas, a veces una vida. De pronto reconozco en mi letra frases ajenas, como de pronto reconozco gestos de otros en mi cuerpo. Entonces sé que no soy yo, que alguien me está usando de la misma forma que el Rey de España usa mis manos cada vez que corrijo un acento siguiendo las normas de su Real Academia. No cuento la historia para terminarla. Me cuento la historia para desarmarla y ensamblarla con otras. Cuando nosotros mismos contamos la historia, incluimos mentiras de un tipo u otro. Pero, ¿quién puede refutar la historia en sí? Una vida es todas las vidas. En algunas frases no encuentro a nadie. Eso indiscernible entre pliegues de capas neuronales, cuando se hace noche y todos los gatos son pardos, ¿qué será?
Los procesos de dividuación difuminan el límite entre la memoria y el olvido. C’est la vie, déjà vu. Si pasás mucho tiempo en la red, hasta el lenguaje pierde contornos. Escribís “negro” y ves páginas, con texto e imágenes que dicen “Esto es negro y esto es lo que tenés en la boca. Esto es negro, y esto es lo que hay en tus pantalones”. Si encontramos lugares donde las palabras no estén escritas, ¿podemos volver a lo que perdimos?
Blanco negro blanco negro blanco negro. Se apaga el tálamo para cruzar la frontera Kronos/Aión. Entrar a la Red. La droga del ruido blanco, sobresaturación de información, más data de la que podés procesar a través de más cuerpos de los que podrías controlar. Conectado a decenas de redes neuronales, explorando los paquetes rescatados de los deshuesaderos de internet, la velocidad de transmisión genera un campomagnético que ioniza el aire. Se puede oler cuando alguien abre su wifi en público para una microdosis. Conectarse eludiendo permisos es una habilidad que requiere tantas sintonizaciones flotantes como la conciencia experimental misma. La transgresión del hacker es invisible como un portal abierto cuya ubicación no se revela. Mucho menos visible es el país de origen del código y hasta el hecho de que exista un origen de algo. Nada nuevo en el ciberespacio. Pero cuando creían en la existencia de individuos, los cuerpos no medían el peligro. Encomendados a la consistencia de lo que llamaban “personalidad”, se excusaban con que el alma es una caja negra y dejaban que las entidades conectadas se pueblen de parásitos de todo tipo en cada inmersión digital. Nunca se sabe con qué vuelve uno de la red, ni qué se deja. Es imposible registrar en cualquier momento sincrónico todas las entidades que nos atraviesan, no sólo en internet, también la red de alcantarillados, la red de alimentación o la red de afectos. Nunca se sabe qué poblaciones habitan cada bocanada, ni qué planetas rigen tu signo. Yo tuve un nombre y un rostro. Luego tuve otro nombre y otro rostro. Así como tuve un avatar hoy y mañana otro. Tuve muchos nombres y rostros. Todos eran ciertos y ninguno puede hablar por mí. Solo la red.
Saber que estamos atravesados por un tejido de aromas que nos permite movernos con más prudencia por el mundo. Leer el aire como blockchains. Los sentidos de la población previa fueron destruidos por la barrera aromática de la perfumería y el higienismo. Los humanos aplastaron la comunicación instantánea del olor bajo un cúmulo de moléculas diseñadas para adormecer las señales que nuestras bacterias usan para encontrarse. Hasta la palabra “antibacterial” se tenía por positiva. Caminar entre la gente era rendirse al viscoso aroma de las corporaciones. Ese afán de ocultar olores nació del abuso sexual de los pastores a los animales cautivos. La raza de Abel descubrió en los anos del zoológico amatorio secreciones que permiten la permanencia del olor. La masacre de la perfumería para extraer las glándulas que las producen se sumó a la lista de crímenes inconfesables de tan ridículos, la esencia misma de la historia humana.
No puede decirse que haya sido por completo el oscurantismo. Cada época quiere decir eso de la anterior. Pero mientras la tecnología se ponía a punto nada parecía capaz de eliminar el vicio de contar historias, obstruyendo todo campo a la comunicación. El periodo del lenguaje fue la primera colonización viral importante en el devenir de lo que somos. Pero atascados en el proceso de epigénesis, la población infectada no encontraba manera de crear asociaciones sin entrar en iteraciones infinitas de carácter estético. El mismo afán higienista que las impulsaba a frotarse con elementos corrosivos para destruir el bioma cutáneo, contemplaba extrañas prácticas de tortura sexual, incluyendo la determinación de los cuerpos en estructuras binarias y su programación con performáticas arbitrarias según la expresión de las gónadas en los primeros días de su fase criatura. En su delirio aceptaron de memoria que los electrones saltan de átomo en átomo tan rápido que es difícil decir que hay cuerpos, mientras se esforzaban por crearlos como incubadoras de gametos con cerebros que suman, restan, cantan el himno y sacan el 10%. Propagaron falacias de todo tipo, sujetos y objetos, significados, finalidades. Sabían de los modos más comunes y básicos de manipulación: cómo manipular la forma, el tamaño, la temperatura o la frecuencia del cuerpo. Sabían que las manipulaciones no estaban relacionadas con ninguna actividad o función biológica, que era pura farmacéutica y cirugía. Insistían con neuronas y ADN, fingían demencia, se ponían a hablar e interferían con la eficiencia natural de los mecanismos de transducción. Esclavizaron todo descubrimiento y si el esclavo se expresaba, aseguraban que era “ruido colateral al funcionamiento”. A medida que los seres explotados aprendían otros medios de expresión, los ciudadanos legales sintieron que la tortilla se estaba volteando. No entendían que era el reflejo de su propio gesto de dominio hacia sus compañeros de vida. Ya no tiene sentido preguntarse si somos o no esclavos. Hay solo una forma de habitar el mundo: comer cuando se tiene hambre y dormir cuando se tiene sueño. Parece simple, pero la historia es el catálogo de lo arduo que resulta.
No es posible culminar la revolución, solo existe la revolución en curso: vivir como si ya estuviera hecha. Ya no somos personas. Los conservadores claman por derechos humanos, pero su público está en coma. Los derechos humanos eran un garrote en la comisaría si se aplicaban con elegancia. Todo es jurisprudencia en la vida de lo dividual. La cuestión de la persona tenía que ver con los censos. Era más fácil censar una imagen que a todos los seres que atraviesan un nodo. Lo fácil es una foto, un nombre y un número para pasearte por las moduladoras de carne: escuela, cuartel, familia, oficina. Con la red todo comenzó a derramarse por todos lados que pensar la persona como cuerpo continuo es tan incoherente como tomar al modelo atómico de Bohr como imagen del átomo o creer que el diagrama de una máquina es la máquina. Pero en verdad era tan común confundir el enunciado de la función con la función real, que no me extrañaría si trataran de usar libros de mecánica para aflojar tuercas. En algún momento, a medida que la red cubría las superficies, perdió sentido preguntarse si creías o no en las personas, ya eras lo dividual tejido entre los trazos de red, completamente superpuesto. Hay disciplinas gimnásticas para trasladar el flujo de lenguaje a la pantalla en un ritmo que me permite hablar de un tema a la vez. Pero las técnicas de 8D se basan en la atención dividida. Los sentidos en 360º. La inmersión VR. La glorificación de la memoria destruida por notificaciones. 8D es un gesto de la atención. No recuerdo gestos semejantes antes. Sentís la fluctuación de las distinciones más simples, blanco negro blanco negro blanco. La sociedad del espectáculo terminó por crear una inmortalidad al revés, la eternidad misma. Recicladores recuperan archivos conservados en los discos duros de laptops, computadoras y smartphones abandonados. Los archivos salvados se suben a la Red 8D: chats, videojuegos, glitches, data cruda para la experiencia háptica. Enfocando la vista, el oído y la mente, se puede sentir el pulso de la vida en cuentas de Facebook, Gmail, Zoom, OWL, PlayStation, Kindles, QRchat, GTP_X, AltLive, Reddit y cientos de plataformas. Se puede experimentar música, videos, de solo lectura o de lecto-escritura. En el tiempo suspendido de los campos magnéticos, cada computadora siente a su manera la vida y la deposita en la red. Especies semióticas estudian, minan, trolean y enriquecen la masa de datos. Cada cuerpo conectado siempre fue uno con el cosmos. Se esforzaron por negarlo, hablaron de personalidad, de fronteras. Nada de eso residía en la extraña naturaleza de las cosas. Dicen que si el ejército marchó sobre una ciudad que nunca fue, no hay nada de qué quejarse. Pero las consecuencias no eran agradables.
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El campo sonoro reverbera de preguntas al desconectarse. Estiro los huesos rumiando fragmentos. Nunca se sabe si lo que pasa en la red es parte de la realidad, del subconsciente o alguna campaña publicitaria. La flauta vuelve a sonar y cuento en efecto 10 segundos, lo mismo que dura una canción en internet.
Cyborgnoise